
Américo Honorato tenía 58 años cuando el 21 de agosto de 2016 salió de su casa de San Martín y nunca volvió. Ese mismo día, su camioneta apareció incinerada, pero sin rastros de él. Cuatro días después, su cuerpo fue hallado en un descampado con evidentes signos de violencia y tras haber agonizado al menos durante dos días.
Hoy, tres de los siete acusados del crimen fueron condenados a la pena máxima por el delito de “homicidio criminis causa en concurso real con robo agravado”. Se trata de Juan Quinteros, Miguel Agüero y Franco Sisterna. El primero de ellos fue quien se adjudicó el crimen y confirmó el lugar dónde había sido arrojado el cuerpo del comerciante.
Además, el tribunal presidido por Viviana Morici e integrado por Eduardo Orozco y María Victoria Franano, condenó a Jorge y Antonio Quinteros –hermanos de Juan- a la pena de 15 y 20 años de prisión, respectivamente. En tanto, los restantes dos acusados, Carlos Quinteros y Jorge Palacio, fueron absueltos por el beneficio de la duda.
Sin embargo, la lectura de la sentencia tuvo que ser interrumpida porque familiares de la víctima se manifestaron indignados con parte del fallo, provocando desórdenes tanto dentro como fuera del Palacio Judicial. Ante esta situación, entre medio de fuertes forcejeos, la policía tuvo que desalojar la sala.
Cabe señalar que durante la etapa de los alegatos, el fiscal Oscar Sivori había pedido prisión perpetua para seis de los siete imputados, al considerar que de alguna manera u otra habían participado del asesinado. A excepción de Jorge Palacios, el séptimo imputado, a quien le otorgó el beneficio de la duda por considerar que no habían pruebas contundentes en su contra.
En cambio, el abogado querellante Facundo de Oro solicitó la prisión perpetua para los siete acusados. Por otro lado, los abogados Juan Rosello y Jorge Cantalejos, defensores de los cuatro hermanos Quinteros, lograron convencer al tribunal para que absolviera a Carlos Quinteros, y redujeran la pena a Jorge y Antonio, al argumentar que sólo ayudaron a empujar la camioneta de Honorato.
Finalmente, William Battocchia, defensor de Jorge Palacio, también logró la inocencia de su cliente. En su exposición, expresó que fue detenido porque un testigo lo vio empujar la camioneta junto a los Quinteros, aunque luego se desdijo y por ello pidió la absolución para su defendido.
Un caso que conmocionó a San Martín
El 21 de agosto fue la última vez que testigos vieron a Honorato con vida en una feria que funciona en la calle Lavalle y carril Norte. Ese mismo día, cerca de las 22, la policía encontró su camioneta VW Saveiro incinerada, sin las ruedas y sin la batería, cerca del inestable asentamiento “Los Chorizos”, que se ubica a orillas del basural municipal de El Humito, en Alto Salvador.
Sin embargo, en el lugar no se encontraron rastros de Honorato y sólo se halló una gorra con manchas de sangre. A raíz de esta situación, se realizaron varios rastrillajes por tierra y aire para intentar dar con el paradero del hombre que residía junto a su hermana en el barrio San Pedro.
En los días siguientes, la fiscal María Florencia Díaz Peralta ordenó una serie de allanamientos y detuvo a seis personas. Esta medida fue ordenada tras la declaración de un testigo protegido que indicó haber visto a los sospechosos empujando la camioneta hasta el descampado donde fue incinerada.
Al cuarto día de su desaparición, el operativo de búsqueda se activó gracias a la confesión del séptimo y último detenido que tiene la causa. En la tarde del jueves 25 de agosto, Juan Quinteros (25), hermano de tres de los detenidos, se presentó en la fiscalía asegurando ser el autor del homicidio.
En su confesión, Quinteros indicó el lugar donde fue arrojado el cuerpo sin vida de Honorato y desligó del homicidio a los demás detenidos, afirmando que solo lo ayudaron a ocultar el vehículo. También dijo que el hombre lo agredió y que devolvió esa agresión tomando a la víctima por el cuello hasta matarlo.
A partir de esa declaración, cerca de las 17:15, efectivos de la policía se dirigieron a un campo ubicado en el callejón Loyola, a 400 metros del carril Chivilcoy, donde finalmente hallaron el cadáver del comerciante. Estaba apenas visible entre los yuyos; boca abajo, con el torso desnudo y los pantalones a la altura de la rodilla.
Posteriormente, la necropsia comprobó que el hombre estuvo al menos dos días agonizando desde su desaparición en la tarde del 21 de agosto de 2016. Su cuerpo presentaba múltiples fracturas, lesiones en el pulmón, en la carótida, en el cráneo y en el tórax. Además, afirmaron que sufrió asfixia por estrangulamiento.
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