Tenía toda una vida normal por delante y la posibilidad de disfrutar del crecimiento de su pequeño hijo de tres años. Sin embargo, un día, su vida cambió drásticamente. A la salida de un boliche, una patota lo golpeó brutalmente y le ocasionó severos daños neurológicos, hasta el punto de que no podrá volver a caminar ni tampoco hablar.
A tres años de aquel hecho que conmocionó a Palmira, los padres de Sebastián Montellanos (24) no bajan los brazos y su único objetivo es mejorar la calidad de vida de su hijo. “Sé que nunca va a volver a ser el mismo, que no podrá hablar ni caminar pero estoy agradecida a Dios porque tenemos a nuestro hijo vivo y no perdemos la esperanza en que él pueda estar un poco mejor”, expresó Alejandra.
Todo cambió en las primeras horas del domingo 28 de junio de 2015. Ese día, a pesar de que no le gustaba salir, Sebastián aceptó la invitación de su prima y fue a bailar a El Santo, en Rodeo del Medio. Sin embargo, a la salida del local bailable, fue interceptado por un grupo de jóvenes que lo golpeó hasta dejarlo inconsciente.
No satisfechos con la agresión, los energúmenos lo arrastraron hasta un descampado ubicado en las inmediaciones de la pista de Speedway de El Santo. Antes de escapar, con total impunidad y sin la presencia de testigos, lo despojaron de todas sus pertenencias y le hundieron parte del cráneo con un escombro.
Allí, en horas de la mañana, un vecino lo encontró de casualidad gracias a que su perro no paraba de ladrar. Sebastián estaba inconsciente sobre una gran cantidad de sangre y hasta la policía creyó inicialmente que estaba muerto. Inmediatamente, fue trasladado de urgencia al Hospital Central, donde ingresó como NN y fue sometido a una larga operación que duró alrededor de siete horas.
Mientras todo esto sucedía, sus padres comenzaron a preocuparse cuando él no regresaba de la casa de su tía. Como no habían pasado 48 horas de su desaparición, en la comisaría de Palmira no quisieron tomarle la denuncia, por lo que decidieron buscarlo por sus propios medios realizando llamados a centros de salud de la zona.
Al día siguiente, “un familiar nos llamó para decirnos que había leído en un diario que un joven había sido brutalmente agredido y que estaba internado en el Central. A partir de este dato, llamamos al hospital, donde nos dieron las características físicas de nuestro hijo y que teníamos que ir a reconocerlo porque estaba desfigurado”, recordó Alejandra.
Al llegar al nosocomio, ya en la noche del lunes, se encontraron con que Seba estaba en estado de coma inducido en la Unidad de Terapia Intensiva. “Los médicos nos dijeron que no sabían si iba a sobrevivir esa noche y que si lo lograba, no sabían con qué secuelas iba a quedar”, dijo Mario, mientras abrazaba visiblemente emocionado a su hijo en el comedor de su vivienda, ubicada en la calle Rivadavia y Gumersindo Pereira, de Palmira.
Fueron seis meses de internación, entre el hospital Central y Perrupato, donde casi dos meses estuvo en coma farmacológico. “Estuvo medio año comiendo a través de una sonda endoscópica y hasta nos dijeron que nunca iba a salir del estado vegetativo, ya que no respondía a los estímulos”, comentó la madre del joven.
A partir de entonces, Mario y Alejandra se abocaron exclusivamente en la atención de su hijo. Ambos tuvieron que renunciar a sus trabajos para atender al joven, quien no tiene ninguna obra social, y su pensión por discapacidad está en trámite desde hace varios meses.
No solo sus vidas cambiaron radicalmente, sino que además tuvieron que acomodar los pocos espacios de su humilde vivienda a la nueva realidad de Sebastián. Así, el antiguo taller de televisores de Mario es ahora un comedor, el dormitorio de los hijos sumó la cocina y Alejandra y Mario duermen en un rincón. Al mismo tiempo, también abrieron un hueco en una de las paredes, que a modo de puerta comunica los ambientes.
Sin embargo, la casa de los Montellanos no tiene baño y solo hay una letrina en un rincón del patio, disimulada detrás de unos ladrillos que están apenas apilados. “En verano lo baño en el patio y en el invierno pongo unos trapos en el piso y lo bañamos en una silla cerca de su cama”, explicó Alejandra, mientras ceba unos mates sin descuidarse de la atención de su hijo.
Al tomar conocimiento de esta realidad, el Centro Amigo del Discapacitado Motor (Cadim) inició una cruzada solidaria para recolectar todos los elementos necesarios para la construcción de un nuevo baño, fundamental para mejorar la calidad de vida del joven. Así, en poco tiempo, la familia recibió ladrillos, áridos, hierros, cemento, caños, madera, palos rollizos, membrana, pintura asfáltica y aberturas.
“Con Cadim llevamos cientos de bolsones de botellas plásticas a la Municipalidad de Junín y, a cambio, recibimos unos mil ladrillos moldeados a partir del reciclado de los envases”, comentó Fernando Alim. Su colaboración también fue primordial para la donación de un termotanque y sanitarios exclusivos para el uso de discapacitados.
La construcción del baño la está llevando adelante Mario, pero como no conoce mucho de albañilería se ha ofrecido un tío y un par de amigos que lo ayudan los fines de semana. “Para la fiesta de fin de año el baño tiene que estar terminado”, prometió el padre de Sebastián, quien reparte los horarios con su oficio de servicio técnico de televisores y equipos de audio y video.
Durante la charla con Este Online, ambos admiten que la solidaridad de la gente los ayudó a transitar los momentos más difíciles. Pero también es verdad que el nuevo baño se ha convertido en una gran motivación para esta familia, que aún no encuentra consuelo ni tampoco paz. “Seguramente será una solución para él y cada avance es motivo de celebración”, asegura Alejandra.
Por lo pronto, en los últimos meses, y sobre todo desde que asiste a Cadim, Sebastián ha mostrado grandes avances en su salud. “Ya no usa pañales. Ahora pide y aunque no habla, hemos aprendido a comunicarnos cuando necesita algo. Cada logro es un triunfo para nosotros y tengo fe en que va a salir adelante”, cerró Alejandra, quien agradeció a Cadim por contribuir en la mejoría de su hijo.
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